miércoles, 25 de julio de 2007

Teoria y Practica

CELCIT. COLECCIÓN TEATRO: TEORÍA Y PRÁCTICA N° 3


HEDY CRILLA

LA PALABRA EN ACCION


Transcripción, comentario y desarrollo de

Cora Roca



Prólogo de Agustín Alezzo


Esta obra ha contado con el auspicio del

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)





Dedico este trabajo a
Hedy Crilla,
mujer admirable, maestra y
artista de genio.


Índice

Agradecimientos

Hedy Crilla

Prólogo de Agustín Alezzo

Nota de la autora

Introducción de Hedy Crilla

1. El actor

Nociones elementales y consideraciones acerca de la expresión del actor

Recomendaciones de Hamlet a los actores

2. La palabra

Usos, funciones y consideraciones sobre la palabra

Práctica con un texto de La mancha de humedad, de Juana de Ibarbourou

3. La palabra y la acción

Palabra y comunicación. Palabra, pensamiento, sentimiento, imagen e imaginación

Práctica con una frase

Palabra y respiración. - Práctica con el prólogo de La zapatera prodigiosa, de García Lorca

Ejercicios elementales

4. La poesía

Nociones elementales y diferentes aspectos del género poético

Práctica con el poema “Rosa mutable”, de Doña Rosita la soltera, de García Lorca

5. Entrenamiento con el género poético

Elaboración y práctica con el poema "Granada", de Doña Rosita la soltera, de García Lorca

6. El subtexto

Nociones, conceptos y elementos del subtexto

Práctica con un texto de La zapatera prodigiosa, de García Lorca

7. Leyes del lenguaje oral

Conceptos, funciones y normas. El lenguaje oral, las imágenes, el subtexto y la respiración

Práctica con un párrafo de El maleficio de la mariposa, de García Lorca

8. Diversos aspectos de la expresión

Observaciones iniciales

a) La expresión de la emoción

Práctica con un texto de Doña Rosita la soltera, de García Lorca

b) El acento dinámico de la frase

Práctica con el prólogo de El zoo de cristal, de Tennessee Williams

c) El diálogo interior

Práctica con un monólogo de El mercader de Venecia, de Shakespeare

Práctica con un texto de Noche de Epifanía, de Shakespeare

Final de las clases

Testimonios de aprendizaje

Agustín Alezzo

Dora Baret

Lito Cruz

Esther Ducasse

Augusto Fernandes

Federico Luppi

Beatriz Mátar

Miguel Moyano

Nelly Prono


Agradecimientos

Un particular reconocimiento y una deuda de gratitud me ligan a Agustín Alezzo que alentó mi trabajo, como también -luego- realizó una detallada crítica y aportes al material inicial. Le debo, además, un tributo de admiración como artista y figura de autoridad.

Agradezco asimismo a Osvaldo Calatayud, quien me animó y estimuló a concretar el proyecto.

A Angela Ragno, que leyó el libro y revisó los contenidos en él expuestos, enriqueciéndolos con sus aportes.

A Helena Tritek quien me brindó su generoso apoyo.

A María Julia Arcioni, que realizó una primera revisión literaria, y a Pablo Silva, que mecanografió y observó los textos. Y a la profesora María Luisa Lacroix, que contribuyó con sus señalamientos sagaces a mejorar la forma y el contenido final del libro.

A todos los entrevistados, muchas gracias por sus testimonios, por darme su tiempo y confiarme sus recuerdos.

Finalmente quiero destacar en especial la ponderable cooperación de Lito Cruz, quien ha hecho posible la publicación de este material, en su primera edición gráfica.





Hedy Crilla (1898-1984)

Nacida en Viena, Austria, Hedy Crilla realizó sus estudios en el Conservatorio de su ciudad natal. En 1920 se trasladó a Alemania, donde inició su carrera teatral y, junto a importantes creadores de la época como Bertolt Brecht, Otto Falckenberg, Lion Feuchtwanger, Gustaf Gründgens, Leopold Jessner, Fritz Kortner, Max Reinhardt, Berthold Viertel, Helene Weigel y Carl Zuckmayer, entre otros, consolidó su formación, hasta alcanzar un lugar relevante como actriz, tanto en el cine como en el teatro.

En 1933, con la irrupción trágica del nazismo, abandonó Alemania para instalarse en Viena, de donde pasó luego a Francia en 1936. Pero en 1940, ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, se marchó, embarcándose sin destino prefijado.

Así llegó finalmente a Buenos Aires, y se encontró con esta ciudad a la que reconoció siempre como "un amor a primera vista", y a la que ya no abandonaría. Dejó atrás Europa, amigos, compañeros de trabajo y de lucha, una importante carrera artística y cuarenta y dos años de vida intensa.

En la Argentina, se incorporó al teatro alemán independiente (en lengua alemana) como actriz y directora. Podemos recordar algunas de sus labores memorables: La llama sagrada de Somerset Maugham (1941); Alerta en el Rhin de Lillian Hellman (1942); Madre de Karel Capek (1943); Internado de señoritas de Christa Winsloe, y Espectros de Ibsen (1946), donde actuó junto al famoso actor alemán Ernest Deustch.

Fue contratada como actriz característica por los elencos franceses que se habían quedado varados en Buenos Aires porque no querían regresar a la Francia ocupada por Hitler. Trabajó tanto en el país como en giras por América del Sur (en lengua francesa), con la Comédie Française, la Compañía de Madeleine Ozeray (mujer de Louis Jouvet), con Rachel Berendt, Joseph Squinquel, la Compañía de Dulcina Odilon, la Francesa de Comedia, con Jean Tavera, etc.

Durante cinco años -l940 a 1945-, dictó clases a principiantes y también cursos de perfeccionamiento a actores franceses y actores de habla alemana.

Al finalizar la guerra en 1945, emprendió su carrera teatral en nuestro idioma. Comenzó por enseñar a adultos y a niños: con estos ya había montado una obra infantil, Puntito y Antón de Erich Kästner, que luego integraría su repertorio junto a otras de su autoría. Impuso, de esta manera, el género teatral infantil. En distintas temporadas, hasta fines de 1973, representó La princesa y el pastor de Andersen (1945), Mi teatrito, Las aventuras de Andresito, Rosa, Rosita y Rosalinda, de las que era también autora.

En la década de los 40 actuó con asiduidad en el cine nacional, dirigida por conocidas figuras, y en especial por Mario Sóficci, con quien estableció una relación de gran afinidad artística, plasmada en la creación de la primera escuela de cine que integró el aprendizaje actoral, en 1949, de donde surgieron varias figuras destacadas de nuestro medio cinematográfico.

En 1947, proyectó y fundó la Escuela de Arte Escénico de la Sociedad Hebraica Argentina, con departamentos de niños, adolescentes y adultos. En ella cumplió Hedy una labor fecunda en la formación de actores, la dirección de espectáculos integrados por alumnos de la escuela, y la creación del Taller de Dirección, donde capacitó a futuros directores. Entre los creadores surgidos de esta escuela, encontramos a Alberto Berco, Ana Casares, Boris Chubarovsky, Armando Chulak, Zulema Katz, Dévorah Kors, Gerardo Mazur, Pascual Menutti, Fanny Mikey, Yenny Milgron, Frank Nelson, Sergio Renán, David Stivel, etc.

Años más tarde, en l958, un grupo de actores del Teatro Independiente La Máscara la convocó para investigar y profundizar el método de Stanislavsky. De este primer contacto nació un trabajo definitorio que se extendería hasta 1961 y de cuyos frutos podemos recordar, entre otros, la puesta de Cándida de Bernard Shaw, con dirección de Crilla-Gandolfo (Premio Críticos Teatrales, Mejor puesta en escena 1959); Una ardiente noche de verano de Ted Willis, con dirección de Crilla-Gandolfo (1960); Espectros de Ibsen, con dirección de Crilla (1961), donde interpretó el mismo personaje que había tenido junto a Ernest Deustch.

Estos tres espectáculos produjeron una conmoción en el medio artístico ante el descubrimiento de un lenguaje teatral absolutamente diferente y original que tenía sus bases en Stanislavsky.

Allí, en La Máscara, plasmó Hedy Crilla su legado pedagógico que definió y marcó el camino a varias generaciones, y formó a maestros y directores que continuaron su labor: Alezzo, Fernandes y Gandolfo. Cabe mencionar igualmente a los actores que fueron sus alumnos: Martín Adjemián, Elsa Berenguer, Lito Cruz, Federico Luppi, José Novoa, Raúl Rinaldi, Flora Steinberg, Nelly Tesolín, etc.

Entre tanto, Hedy Crilla seguía desarrollando sus clases particulares, y finalmente estableció definitivamente su lugar en "Río Abierto", cuyo edificio ayudó a levantar y donde construyó una sala de teatro: allí se acogería hasta sus últimos momentos.

En la década del 60 adoptó la ciudadanía argentina. Las raíces ya están firmes y profundamente arraigadas.

Continuó con la dirección de espectáculos: entre los más significativos pueden mencionarse Tevie y sus hijas de Scholem Aleijem (en idish), Teatro IFT (1959); Homenaje a Büchner (en alemán), Teatro Alemán en Buenos Aires (1963); La orquesta de Jean Anouilh (1965); A la noche, noche de François Billetdoux (1967); Despertar de primavera de Wedekind, con dirección de Alezzo-Crilla (1976); y su última dirección, compartida con Alezzo, Mary Barnes de David Edgard (1982).

Es obvio que su labor como actriz en nuestro país fuera tardía, por las dificultades de su acento, razón por la cual desde su llegada, en l940, se dedicó a la enseñanza y a dirigir. Sin embargo, en sus últimos años, uno de sus alumnos más talentosos la invita a actuar, y entonces reaparece en el escenario -de la mano de Alezzo- con algunas interpretaciones inolvidables.

Podemos mencionar La mentira de Nathalie Sarraute (1968); Romance de lobos de Valle Inclán (1970); La boda del hojalatero (Director, Julio Ordano) y Jinetes hacia el mar (Director, Luis Gutmann); en el espectáculo Tres por Synge, en l974, pensado y supervisado también por Alezzo -como producto de un curso de dirección que él dictó- y, finalmente, en Sólo 80 de Colin Higgins (l977), donde el gran público pudo reconocerla y admirarla en su larga temporada de tres exitosos años.

Era una incansable generadora de proyectos: desde su llegada a Buenos Aires había traducido innumerables obras, y sus últimos años la encontraron trabajando en La dama del mar de Ibsen, adaptando al teatro la novela Días enteros en las ramas de Marguerite Duras, y dando sus clases que nunca interrumpió en sus cuarenta y cuatro años de permanencia en la Argentina.

Fue una vida dedicada a la escena: actriz de fuerte vocación, también experimentó en la dirección y profundizó en el camino iniciado por Stanislavsky. Investigó en el trabajo actoral de la palabra, tras lo cual dictó su famoso seminario, que tituló La palabra en acción.

Sin embargo, afrontó una existencia penosa a través de dos guerras. Y en su exilio porteño, sus búsquedas artísticas no fueron fácilmente reconocidas. Pero su amor ilimitado por la vida, sus energías y su confianza en las fuerzas renovadoras de la juventud, le permitieron estar siempre de pie, sostenida por su insobornable juicio ético y artístico que la hicieron única e inolvidable. Contribuyó a forjar varias generaciones de alumnos que renovaron más tarde, definitivamente, el lenguaje actoral argentino.

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